Escritura literaria y escritura de guion 2



Un tiempo atrás mencioné algunas diferencias entre la escritura de ficción y la escritura audiovisual y me centré en cuestiones como variedad en el vocabulario y en la sintaxis, atención a los detalles descriptivos que dan verosimilitud en una novela (y que no tienen mayor importancia en un guion). Ahora, tras exprimirme el cerebro, llegué a una conclusión bastante obvia: Stephen King es un capo.

Desde mediados de los 70’s se han sucedido toneladas de adaptaciones de novelas y cuentos del maestro. Algunas resultaron buenas películas o incluso excelentes como Carrie, El resplandor, La zona muerta, Cuenta conmigo, otras no tanto, pero más allá de la calidad, todas tienen algo en común. Ninguna adaptación logra reproducir en la pantalla el efecto equivalente a la lectura de sus libros. Cualquier lector de King pasó alguna vez por esa experiencia: hay algo que se pierde en el camino, como si uno estuviese observando la cáscara o envoltorio de la historia. En las novelas de King (es decir en sus buenas novelas, porque hay que decir que ha engendrado decenas de bodrios), uno siente a los personajes como reales. A las pocas páginas, el libro se vuelve algo personal, algo que se te mete bajo la piel y pasa a formar parte de tu vida.

Esta capacidad como escritor, (la capacidad de generar un mundo creíble y adentrarse en las percepciones de los personajes, particularmente en sus miedos y hacer que el lector se identifique con ellos), la consigue, a mi entender, con recursos netamente literarios o, dicho de otra manera, intransferibles al lenguaje audiovisual. 

¡Mirá, mamá! ¡Un perrito!

Tomemos, por caso, el siguiente fragmento de Cujo. En la escena en cuestión, Brett, un chico de doce años, descubre por primera vez que su perro San Bernardo, se contagió la rabia (y, como cualquiera que haya leído el libro o visto la película sabe, a partir de ahí las cosas se ponen picantes). 

“Cujo emergió de entre la niebla

La gargante de Brett empezó a emitir un gemido. El perro con el que había crecido, el perro que había tirado pacientemente de un chillón y jubiloso Brett de cinco años una y otra vez por el patio en su Voladora Flexible, enganchado a unas guarniciones que Joe había construido en su taller, el perro que había estado esperando tranquilamente junto al buzón de la correspondencia todas las tardes del curso escolar, tanto si llovía como si lucía el sol… aquel perro solo mostraba una semejanza muy vaga con la opaca y apagada aparición que estaba surgiendo por entre la niebla matutina. Los grandes y tristes ojos del San Bernardo, estaban ahora enrojecidos, estúpidos y ceñudos: eran más los ojos de un cerdo que de un perro.” 

Hay algo en el párrafo que me parece un buen ejemplo de la diferencia entre la escritura “de guion” y la escritura “literaria”. Me explico. En un guion, esta escena podría ser algo así como 

"Brett oye un ruido y se detiene asustado. Entre la niebla se distinguen dos ojos amarillos. El chico observa paralizado al perro que, amenazante, avanza hacia él".  

Pero a diferencia de un guion, en una novela no alcanza solamente con describir las acciones. Para hacer vívida la imagen y lograr un efecto sensorial, la narrativa literaria usa diferentes recursos. Uno de ellos es adentrarse en el punto de vista del personaje. En el párrafo transcripto, King se mete en las percepciones de Brett enumerando, qué significa exactamente para él el enfrentamiento con el perro. Y apunta cosas como:   

“…el perro que había tirado pacientemente de un chillón y jubiloso Brett de cinco años una y otra vez (  ) que había estado esperando tranquilamente junto al buzón de la correspondencia todas las tardes del curso escolar, tanto si llovía como si lucía el sol”

Con lo cual, consigue que nos identifiquemos con el personaje. Si uno quisiera adaptar esta escena a una película sería difícil reproducir estas sensaciones del chico. La impresión de que está ante aquel perro que “lo esperaba tranquilamente junto al buzón tanto si llovía cómo si lucía el sol”, tal vez se refleje en los gestos y las acciones del actor, pero en tal caso, sería otra cosa. Para lograr algo parecido habría que hacer un “flashback momentáneo” de Brett recordando “los buenos momentos con su perro”. Algo que, por otra parte, sería ridículo y aniquilaría toda la tensión de la escena. Sin embargo, en la novela, la inclusión de esta "imagen" potencia  lo que sucede y le da una resonancia emocional.

El guion, en general, se limita a describir acciones. La novela en cambio, trabaja con el lenguaje y la posibilidad de explorar el interior de las personas.  

En el siguiente fragmento, el mismo Brett duda en avisar a su papá lo que está pasando con Cujo. El tipo es un tremendo malnacido que mantiene a la familia esclavizada. El día anterior le dio permiso al chico para hacer un viaje con su madre. Pero Brett ahora no está seguro de hablar.

"Tendría que decírselo. Papá haría algo como aquella vez que Cujillo se las había tenido tiesas con el puerco espín. 

Pero ¿y el viaje?

Brett no necesitaba que le dijeran que su madre había conseguido el permiso para aquel viaje por medio de alguna desesperada estratagema o de la suerte o de una combinación de ambas cosas. Como casi todos los niños, estaba en condiciones de percibir las vibraciones entre sus padres y conocía de qué manera fluían las corrientes emocionales de un día al otro al modo en que un veterano guía conoce las vueltas y meandros de un río tierra adentro. El permiso se había conseguido por un pelo y, aunque su papá había dado el consentimiento, él intuía que el consentimiento lo había otorgado a regañadientes y con enfado. El viaje no estaría seguro hasta que les hubiera acompañado y se hubiera marchado. En caso de que Brett le dijera que Cujo estaba enfermo, ¿No lo aprovecharía su padre como pretexto para obligarles a quedarse en casa?"

King se mete en las reflexiones internas del chico, y también, en la del resto de los personajes. Son pensamientos complejos, que resultan difíciles de traducir en una película, como en el siguiente ejemplo:

"Brett abrazó fuerte a su padre y lo besó en la cerdosa mejilla mientras aspiraba el olor del sudor rancio y una leve vaharada del vodka de la noche anterior. Se sorprendió y se sintió abrumado por el amor que le inspiraba su padre, un sentimiento que a veces todavía experimentaba, siempre cuando menos lo esperaba (pero cada vez con menos frecuencia en el transcurso de los últimos dos o tres años, algo que su madre no sabía y no hubiese creído si él se lo hubiera dicho). Era un amor que nada tenía que ver con el comportamiento cotidiano de Joe Camber, con él o con su madre; era algo de carácter primario y biológico, un fenómeno con muchos de aquellos puntos de referencia ilusorios que suelen perdurar toda la vida: el olor del humo del cigarrillo, el aspecto de una navaja de doble hoja reflejada en un espejo, unos pantalones colgados en el respaldo de una silla, ciertas palabras malsonantes" 

Se podría intentar escribir una escena con un diálogo en la que el chico le contase estas cosas a un adulto, o escuchar sus pensamientos en OFF, pero ninguna de estas opciones parece muy feliz.  

Sin embargo, en la novela todo esto se resuelve sin problemas mediante esta especie de monólogo y focalización interna, desde la que narra casi siempre King y que es, sin dudas, uno de sus fuertes.

Y es que el maestro no brilla tanto como creador de "argumentos" (de hecho, y cómo él mismo explica en Mientras escribo, sus novelas siempre tratan de situaciones básicas en las que pone a los personajes y va contando cómo estos se desenvuelven). Su verdadero genio está en su capacidad de adentrarse en las percepciones de sus criaturas y, sobre todo, en su talento literario: conjugar palabras, frases, imágenes y pensamientos generando una fuerte impresión de realidad   

Hace tiempo que había dejado de leer a King: sus últimas novelas me habían parecido bastante malas y su estilo muy flojo en comparación al de la primera época. Necesitaba comprobar que el escritor que tanto me había impactado de chico y adolescente, existía de verdad y que no había sido sólo una impresión inocente de aquellos años. Me decidí por Cujo, un libro que nunca había terminado. Por suerte, el genio estaba ahí, intacto y disponible  para cualquiera que quiera abrir alguno de sus libros de juventud.

Por último, una ocurrencia un tanto malvada, el período de las grandes novelas de King y el apogeo de su estilo más incisivo, (aquel que trato de describir en esta nota), decayó de repente a inicios de los años 90’s. Para mi gusto Misery, es su última gran obra. Lo curioso es que esto coincide con su rehabilitación del alcohol y la cocaína, vicios que, según él, lo llevaron a escribir Cujo completamente colocado. Tal vez el caso más claro de apología del uso de las drogas en el arte.

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