Extremar el peligro
Uno de los “principios” que se suelen leer en manuales y cursos de guion consiste en “hacerle las cosas difíciles a los personajes”. De esta manera cuando el protagonista de la historia comienza a atravesar su camino en pos de conseguir su objetivo, el guionista nunca debe “cuidarlo”, sino más bien lo contrario. En líneas generales, es un principio que me parece válido, y que ilustro con algunos ejemplos de películas. Escenas que, en el momento de verlas, me pareció que no estaban aprovechando del todo esta especie de máxima.
Klondike (2014)
Esto en realidad creo que es una serie. En la escena en cuestión, dos amigos buscadores de oro atraviesan una montaña y, luego de varias penurias, acaban de vislumbrar el destino hacia dónde se dirigen. Para festejar, en lugar de descender paso a paso como el resto de los exploradores, se suben a la carretilla que acarrea sus bártulos, y se deslizan barranca abajo. El trineo cobra velocidad, los dos ríen sacudidos por el movimiento y caen en la nieve. El trineo con todas sus pertenencias sigue de largo y se detiene a pocos metros del acantilado. Los amigos se miran, al principio asustados. Luego se ríen con alivio porque estuvieron cerca de perderlo todo .
La escena, tal como está en la película, (tengamos en cuenta que hablamos de una historia de aventuras, y lo que se quiere transmitir es el peligro y las dificultades que tuvieron que atravesar estos personajes en su épica) deja sabor a poco. Ensayo una posible reescritura en base al citado principio de “llevar las cosas al extremo”:
La escena arranca igual:
Para festejar la llegada, los exploradores amigos se suben a la carretilla que acarrea sus bártulos, y se deslizan barranca abajo. El trineo cobra velocidad, los dos ríen sacudidos por el movimiento y caen en la nieve. El trineo, con todas sus pertenencias, sigue de largo y, cuando está a pocos metros de un acantilado, se detiene. Los amigos se miran, al principio asustados, luego se ríen con alivio. Mientras bromean, sin que lo adviertan, vemos que, por la inclinación de la pendiente, el trineo ha vuelto a moverse. Uno de los amigos se percata de lo que sucede: desesperado, corre, salta, y justo a último momento, logra agarrarlo desde la parte de atrás. El trineo cuelga en el vacío. Por un instante parece que nada sucederá, pero el peso es demasiado grande y el trineo cae y sus cosas se pierden definitivamente barranca abajo.
En este caso la escena terminaría de manera diferente que en la original (los exploradores pierden sus cosas), pero siempre hay formas de encontrar una salida: pueden recuperar sus bártulos más adelante, una vez que bajen de la montaña. Quizás algunas pertenencias se han roto. (¡Y teniendo en cuenta el principio de extremar, preferentemente que sea lo más valioso!). Quiero decir que no hay que temer tomar estos caminos, y elegir el más difícil, porque soluciones siempre se pueden encontrar.
La novena puerta (1999)
Lucas Corso, el personaje interpretado por Johnny Deep avanza por un callejón. En la película ya se ha empezado a develar que está siendo perseguido por fuerzas inexplicables, tal vez por el diablo. En el callejón, pasa frente a un andamio. Escucha ruidos. Extrañamente, algunos caños comienzan a desprenderse de la estructura y a caer al piso. Lucas apura el paso hasta que, agitado, mira hacia el andamio. Más tranquilo, ve que el peligro quedó atrás.
Otra vez, la escena original deja sabor a poco. Ensayo otra posible reescritura en base al principio de “extremar el peligro”.
En el callejón, Lucas escucha un ruido y mira hacia arriba. Unos fierros se desprenden y caen del andamio. Lucas apura el paso. Aparentemente a salvo, vuelve a mirar. Por un segundo parece que no sucederá nada, pero entonces el andamiaje en su totalidad comienza a desmoronarse. Lucas intenta huir, pero un caño que se ha caído le bloquea la salida. Lastimado, se arrastra en el piso y, entre la lluvia de hierro, a último momento logra protegerse bajo una entrada.
Son ejemplos muy esquemáticos, basados en escenas de acción, pero pienso que muchas veces se puede extrapolar a escenas dramáticas, y a conflictos personales entre los personajes. Esta especie de “renovación” narrativa, en el cine de entretenimiento, la potenciaron Spielberg, Lucas, Cameron en los 80`s, un “apostar cada vez a más” y no quedarse con el rudimento de la escena. Pero es un principio aplicable no solamente al cine de entretenimiento, sino a cualquier historia, las dificultades que tiene que atravesar un personaje para recuperar a su ex pareja, un adolescente para aprobar un examen, un alcohólico que quiere dejar la bebida, o lo que fuere.
Lo cierto es que, a esta altura y tomando en cuenta lo que está acostumbrado a recibir cualquier espectador, no se puede armar una escena de este estilo y pretender que funcione solo con la primera parte, con el “peligro menor” por así decir, (En el caso de “La novena puerta” los pocos fierros que caen; en "Klondike" el trineo que se detiene cerca del precipicio). Puede que el espectador no comprenda bien el motivo de su frustración, pero es probable que esa insatisfacción se debe a que no llevamos las cosas lo suficientemente lejos.
El mismo principio, llevado a un diálogo.
Fontana, la frontera interior (2009)
La película narra las vicisitudes del militar y geógrafo Luis Jorge Fontana quien, entre otras cosas, lideró una expedición de rifleros hacia el oeste de la Argentina y descubrió un asentamiento que luego se convertiría en la colonia galesa de Trevelin. En la escena, Fontana, que acaba de ser nombrado gobernador de Chubut, toma el té en su casa junto a otro militar y unos inmigrantes. Se oyen pedradas. Son chicos que están cascoteando el lugar en señal de rechazo a las nuevas autoridades. Luego de varias pedradas, Fontana va hacia la puerta, armado. Abre y apunta a la cara a un inmigrante (Tomás, del que luego se hará amigo). "¿Qué quiere?", le pregunta. Tomás le responde "Primero, que deje de apuntarme a la cara". Fontana entonces baja el arma y se establece un diálogo en buenos términos.
Digamos que la escena no está mal, pero para mi gusto se queda corta.
Una vez más, ensayo una reescritura, aplicando el principio:
Fontana, armado, va hacia la puerta. Abre y apunta a la cara de Tomás. "¿Qué quiere?", le pregunta. Tomás le responde "Primero, que deje de apuntarme a la cara". Fontana entonces baja el arma, y Tomás agrega: "también a los pies". Fontana, sorprendido, se da cuenta de que le está apuntando a los pies.
La idea es tensionar el diálogo, y no darlo por resuelta rápidamente. En este caso, además funciona como chiste, porque le da al intercambio algo más “suelto" , y menos “armado". Los personajes no van de A a B automáticamente. Dudan, hacen torpezas, surgen imprevistos. En definitiva: se intenta crear la ilusión de que son seres humanos que viven y no ilustraciones de una idea.
Una última nota sobre los diálogos, pero que no necesariamente tiene que ver con el "principio de llevar las cosas al extremo". En los últimos tiempos, en el cine de entretenimiento se fue acentuando la tendencia hacia este tipo de diálogo "descontracturado y auto irónico" con películas como “Deadpool”, o “Guardianes de la galaxia”, tendencia que incluso logró colarse en la penúltima “Star Wars”, para mí gusto de manera forzada y con resultados penosos (Y digo esto sin ser un fanático).
Es que en un punto sucede lo mismo que con cualquier recurso; cuando se vuelve una norma, empieza a cansar. El espectador, en lugar de sorprenderse, está a la espera del “chiste que desacartona la escena", y termina viéndolo como algo falso e impuesto.
Como todo principio que se pretenda “universal", es válido mientras funcione, y funciona mientras el espectador no le vea los hilos.
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