Mulholland Drive
Como ninguna otra película de David Lynch, hace casi veinte años Mulholland Drive capturó la imaginación y fascinó a seguidores y no seguidores del director. Rescato para Carlotta unas líneas que escribí para “Filmonline”, desprendimiento virtual de la revista “Film”, que existió allá por inicios del nuevo milenio.
“¿Que es lo que se siente, comprende, y deduce en el club El silencio?”
David Lynch en sus “10 claves para entender Mulholland Drive”
Lo que se siente es lo mismo que sentimos durante los 145 minutos que dura Mulholland Drive. Esto es real y al mismo tiempo no lo es. “Escuchamos la música, y sin embargo no hay orquesta”. Toda la carrera de Lynch parecía dirigirse hacia este punto: Lo que era desbordado y excesivo en Ereaserhead encuentra aquí un equilibrio, los breves pasajes oníricos de El hombre elefante y Corazón Salvaje sumados a el desdoblamiento de los personajes en Carretera perdida tienen en esta película una estructura que los justifica.
El “cuestionamiento” de la realidad que hace el director (si es que puede hablarse de tal cosa) nunca es a un nivel ideológico, discursivo. En sus películas sucede algo diferente: Tomemos el plano inicial de Terciopelo azul: Allí se ve un paisaje ordenado, típicamente norteamericano, todo es impoluto y agradable como en una publicidad. Cuando la cámara desciende, nos damos cuenta que, en realidad, entre tanto aparente orden superficial, hay una oreja cortada. Alguno se podría sentir tentado de ver en esto una crítica al modo de vida norteamericano, un “desenmascaramiento” del American way of life, pero en mi opinión, no hay tal cosa. La realidad es en si misma ambigua y no existe un claro discernimiento que separe lo onírico de lo real. Si de eso se desprende algún tipo de visión crítica, es de carácter ontológico, porque es la realidad en sí misma la que está puesta en cuestión.
Lo que uno siente al atravesar la estructura “soñada” de Mulholland Drive, con su novata en búsqueda del estrellato, sus magnates que escupen café y sus cowboys surrealistas, es que en esa ciudad de las estrellas, están todos muertos.
Toda la película está concebida como un sueño. Al igual que en un sueño, sentimos que las cosas tienen un sentido, y sin embargo este se nos escapa de las manos, como la sensación que se tiene al saber que uno conoce una palabra y no la puede decir, o la sensación que se tiene ante un deja vú. Sin embargo Mulholland es una película más “comprensible” que Fire walk with me o Inland Empire, y quizás precisamente por eso es más efectiva.
El gran acierto de Lynch está en nunca dejar de lado una posible explicación racional a los hechos que suceden en la historia: Así, se nos muestra un plano inicial de Betty / Diane durmiendo, lo cual abona la teoría de que toda la primera parte de la película es un sueño de ella, y que la historia “real” es todo lo que sucede a continuación (mi explicación favorita, ya que, a mí criterio, potencia la historia en lugar de empobrecerla). Lynch lleva el juego aún más lejos, ofreciendo diez claves que servirían para la comprensión de la película.
Pronto nos damos cuenta que ninguna de esas pistas agrega demasiado a lo que ya sabemos después de ver el film, y aún así nos sentimos tentados de seguirle los pasos. El director no desprecia nunca el afán de “comprensión” del espectador, más bien juega con él para arrastrarlo hacia un terreno de incertidumbre. Como un equilibrista, Lynch se mueve permanente entre lo real y lo onírico, entre una lógica racional y una lógica impregnada por los mecanismos de la asociación inconsciente y la analogía y consigue su mejor película.
Una película tan perturbadora como fascinante. Ahora me dieron ganas de verla una vez mas
ResponderEliminarYo me la sé de memoria, no la quiero gastar.
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