No soy un robot

La falsa disyuntiva entre pensamiento "humanista" vs pensamiento "estructural" en la escritura de guiones.


La semana pasada, cuando por enésima vez intenté ingresar en el sistema GDE con el que suelo ganarme la vida (la escritura de guiones no me lo estaría permitiendo), me pasó algo raro. Como de costumbre, antes de acceder tuve que completar el famoso captcha. Me refiero a la barrera de seguridad destinada a demostrar que uno es un ser humano y no un programa.  Es muy común y todos la hemos visto alguna vez: hay que observar una imagen dividida en una grilla y clickear en los lugares indicados. Los casilleros pueden contener taxis, chimeneas, toldos, o lo que fuere.

Hasta ese momento no se me había ocurrido que lo que el programa “lee” para validar el acceso, no tiene que ver con taxis, toldos ni chimeneas, sino con patrones. Es decir, si uno ve la siguiente imagen: 



En realidad, lo que está importando es esto:

No soy programador, y no puedo asegurar que esto sea efectivamente así, pero no importa. Lo que me interesa señalar es que,   a partir de esta percepción, cada vez que me topo con unos de esos captchas veo, en lugar de la imagen, el patrón que esta forma.

¿Y qué tiene que ver esto con la escritura de guiones?

Se me ocurrió que era una analogía muy clara de lo que llamamos “estructura”. No me refiero solamente al primer, segundo y tercer acto ni a los dos puntos de giro de los que hablan los manuales, sino a todo lo que es el “esqueleto” de la obra.

Cómo ejemplifiqué en otros posts: si un personaje hacia el final de la historia surge con una acción inesperada, que no estaba contemplado como posibilidad en el planteo, lo tomo como un problema “estructural”, más que del personaje. Es decir, no estoy viendo lo que “contiene” el casillero, (un toldo, un taxi) sino cómo este está funcionando dentro del esquema general. La solución pasaría por retroceder hasta al punto “A” de la historia y cambiar lo necesario, para que, llegado el punto “B”,  todo tenga el sentido que le pretendemos dar.  

Puede sonar algo mecánico y carente de vida, o alejado del acto creativo, pero creo que no hay forma de pensamiento más útil para alguien que se dedica a armar historias.

En la mayoría de las colaboraciones que tuve con no guionistas (y también con algunos guionistas), en algún momento surgió alguna discusión sobre este punto

Daenerys Taergaryen, alias "en el último capítulo se me soltó la cadena y los hice cagar a todes"

La clásica objeción cuando hay una discrepancia de este estilo es: “No me importa si no está contemplado en la estructura: los seres humanos somos imprevisibles, caprichosos, y actuamos de manera intempestiva y aleatoria. No hace falta que un personaje actúe de determinada manera para “cumplir” con una regla de guion, o para llenar un casillero”.

Me parece un planteo excelente, muy humano y muy noble, salvo por un detalle: una obra es una depuración permanente, una selección de qué se elige contar, de cómo esto se ordena, en pos del sentido que se pretende dar. No un reflejo de lo que hace la gente en la realidad, como si dejáramos la cámara encendida para registrar todo lo que le sucede a los personajes.

Otro ejemplo de pensamiento “estructural” vs supuesto pensamiento “humanista”:


Liam Neeson, alias "agarrame que los mato"

Digamos que el protagonista busca venganza. Un padre de familia al que le secuestran la hija, o mataron a su mujer, o a su oso de peluche. La historia es, entonces, sobre una venganza. Una vez que esta se cumplió, no hay nada más que decir: habrá una “coda” o epílogo en el que, de ser necesario, veremos cómo el/la protagonista rehízo su vida. Pero, una vez ajusticiado el último de los villanos, terminado el asunto.  Lo mismo con una historia de amor: “chico conoce chica” (o chique conoce chique): se enamoran, todo va bien hasta que en determinado punto se pelean y se separan, luego vuelven a encontrarse y puede que sigan juntos o se separen. En cualquier caso, una vez resuelto esto, no hace falta agregar nada. Uno podría objetar: "yo quiero saber que fue de la vida de fulano, más allá de su novia, porque me interesa como personaje, y hay mil derivaciones de su vida que me parecen interesantes para explorar". Otra vez, no hay nada intrínsecamente malo en este tipo de pensamiento, pero se está mirando el contenido del casillero (“el toldo” o “el taxi”) sin tener en cuenta el esquema que forma detrás. Ese tipo de decisiones hacen que quede desdibujado el sentido de la obra como tal.

En realidad, siempre lo más importante son los personajes. Si para algo sirven las historias es para dramatizar nuestros problemas y devolver algún tipo de reflexión al respecto. O sea, siempre hay que pensar en función de los seres humanos, pero para poder hacerlo y para que la historia destile un sentido, es necesario ser conscientes de la estructura. O lo que es lo mismo, ver el patrón detrás del dibujo.

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